Una Introducción al Pactualismo Progresivo
Este es un ensayo escrito por el Dr. Stephen Wellum, traducido por Diego Portillo
Contenido de este artículo
Definición
El pactualismo progresivo y la teología del nuevo pacto son sistemas bíblico-teológicos evangélicos que tratan de entender cómo se desarrolla todo el plan divino de redención, desde la creación hasta Cristo. En concreto, tratan de entender cómo el plan único y eterno de Dios se desvela y revela progresivamente a través de los pactos bíblicos, y cómo todas las promesas de Dios se cumplen en Cristo, aplicadas a la iglesia como pueblo del nuevo pacto de Dios, permitiéndonos así extraer conclusiones teológicas correctas de las Escrituras para la gloria de Dios y nuestro bien.
Resumen
Este artículo describirá los rasgos distintivos del pactualismo progresivo. Lo hará situándolo en el contexto de la teología dispensacional y la teología del pacto, destacando así en qué difiere en áreas como la progresión de los pactos, la relación entre Israel y la iglesia, y el flujo metanarrativo general de las Escrituras centrado en Cristo Jesús.
Todos los cristianos están de acuerdo en que los «pactos» son el centro de la historia bíblica y en que el plan redentor de Dios se desarrolla a lo largo del tiempo hasta llegar a su cumplimiento en Cristo. Todos los cristianos aceptan también alguna forma de épocas o dispensaciones redentoras a lo largo de la historia, demarcadas por los pactos bíblicos, y que el cumplimiento de los propósitos salvíficos de Dios en Cristo ha supuesto algún tipo de cambio respecto a épocas anteriores. Sin embargo, los cristianos no están de acuerdo con las relaciones exactas entre los pactos. Este no es un debate nuevo. En la iglesia primitiva, los apóstoles lucharon con las implicaciones de la obra del nuevo pacto de Cristo (véase Hechos 10-11, 15; Gálatas 3-4; Efesios 2:11-22).
En la actualidad, los cristianos siguen sin ponerse de acuerdo sobre las relaciones precisas entre los pactos, lo que tiene implicaciones en otras disputas teológicas como: los debates sobre la novedad de lo que Cristo ha logrado, qué exigencias morales se aplican a los cristianos de hoy, tal y como se refleja en los desacuerdos sobre el decálogo y la observancia del sábado/día del Señor, y cómo se cumplen ahora las promesas anteriores del Antiguo Testamento en Cristo y la Iglesia, vinculadas al debate más amplio sobre la relación entre Israel y la Iglesia y el papel del Israel nacional en el plan de Dios. De hecho, dentro de la teología evangélica, la gente tiende a pensar en estas cuestiones dentro de los puntos de vista de la teología dispensacional o de la teología del pacto, mientras que el pactualismo progresivo y la teología del nuevo pacto sirven como puntos de vista mediadores. Para comprender mejor estos últimos puntos de vista, primero describamos brevemente los puntos básicos de la teología del pacto y la teología dispensacional.
Teología Dispensacional y Teología del Pacto
Como movimiento, el dispensacionalismo comenzó a principios del siglo XIX entre los Hermanos de Inglaterra y se extendió rápidamente a otros países. La teología dispensacional ha sufrido varias revisiones que ahora se describen como dispensacionalismo clásico, tradicional/revisado y progresivo.
El dispensacionalismo divide la historia redentora en varias dispensaciones que reflejan el orden de Dios en su plan redentor. El dispensacionalismo clásico dividió la historia en siete dispensaciones, mientras que los dispensacionalistas posteriores modificaron y simplificaron las dispensaciones. Sin embargo, lo que es único en todas las formas de dispensacionalismo es la distinción Israel-Iglesia, que está ligada en gran medida a su comprensión de los pactos bíblicos y sus relaciones. Para todas las variantes del dispensacionalismo, Israel se refiere a un pueblo étnico, nacional, y la iglesia nunca es el Israel transformado, restaurado y escatológico en el plan de Dios. La salvación de los gentiles no es parte del cumplimiento de las promesas hechas a Israel como nación que ahora se realiza en la iglesia. En cambio, Dios ha prometido al Israel nacional, primero en el pacto con Abraham y reafirmado por los profetas, la posesión de la Tierra Prometida bajo el gobierno de Cristo, que todavía requiere un cumplimiento futuro en el retorno premilenario de Cristo y la consumación.
La iglesia, entonces, es distintivamente nueva en los propósitos de Dios y ontológicamente diferente de Israel. Aunque en nuestra dispensación actual la iglesia está compuesta por judíos y gentiles creyentes, la iglesia sólo recibe las bendiciones espirituales del Espíritu que fueron prometidas a Israel. Pero en el futuro, Cristo gobernará sobre las naciones redimidas, no la iglesia como otro «grupo de personas». La «iglesia» como pueblo del pacto actual y realidad teológica para siempre no recibirá todas las promesas de Dios por igual y plenamente en Cristo ni continuará en su forma actual. En cambio, los judíos y gentiles creyentes, que ahora componen la iglesia, se unirán a los redimidos del Israel nacional y a las naciones gentiles para vivir bajo el gobierno de Cristo según sus respectivas identidades nacionales y promesas específicas. De este modo, se mantiene una clara distinción entre Israel como nación y la iglesia como pueblo, que en la actualidad, de forma inaugurada, ilustra lo que aún está por venir. Sin embargo, actualmente la iglesia está constituida como una comunidad regenerada, lo que implica que el signo del bautismo sólo debe aplicarse a los que profesan la fe en Cristo. El bautismo no significa lo que la circuncisión hizo para Israel bajo el antiguo pacto. Con alguna excepción, la teología dispensacional afirma el credo sobre el paedo-bautismo.
La teología del pacto, por otra parte, tiene sus raíces en la época de la Reforma y la post-Reforma. Se sistematiza mejor en la Confesión de Fe de Westminster (1643-1649), junto con otras confesiones reformadas. La teología del pacto organiza el plan de Dios en la historia mediante los tratos de Dios con los seres humanos. Al igual que en el dispensacionalismo, la teología del pacto no es monolítica, pero en términos generales, la teología del pacto habla de tres pactos: el «pacto de redención» o el plan eterno de Dios; el «pacto de obras» hecho con Adán en nombre de toda la raza humana, que lamentablemente, por la desobediencia de Adán, ha resultado en el pecado y la muerte; «el pacto de gracia» hecho en Cristo para la salvación del pueblo de Dios, que se desarrolla a lo largo del tiempo mediante diferentes administraciones del pacto.
Aunque la teología del pacto admite que hay pactos bíblicos, tiende a subsumir la pluralidad de los pactos desde Adán hasta Cristo en la categoría general del pacto de gracia. Al hacerlo, a diferencia del dispensacionalismo, subraya la continuidad entre Israel y la Iglesia, de modo que por naturaleza ambos son esencialmente iguales, aunque administrados de forma diferente. Por esta razón, la teología del pacto sostiene que existe una continuidad entre Israel y la iglesia al menos en dos aspectos: ambas comunidades están compuestas por creyentes y no creyentes (es decir, un pueblo mixto dentro de la comunidad del pacto); y sus respectivos signos del pacto (es decir, la circuncisión y el bautismo) significan la misma realidad espiritual, de ahí la justificación de aplicar el bautismo a los niños en la iglesia.
El pactualismo progresivo y sus rasgos distintivos
No todo el mundo en la teología evangélica encaja en el campo dispensacional o del pacto. En los últimos años, algunos han tratado de ofrecer una posición mediadora entre los dos puntos de vista dominantes, como se refleja en la visión del pactualismo progresivo y la teología del nuevo pacto.
Aunque estos puntos de vista se identifican a menudo, hay suficientes diferencias entre ellos como para que sea necesario distinguirlos. Por ejemplo, dentro de la teología del nuevo pacto, algunos niegan un pacto de creación, otros niegan la obediencia activa de Cristo y otros no matizan su comprensión de la ley moral de Dios en relación con el Decálogo. Por otro lado, el pactualismo progresivo afirma firmemente un pacto de la creación, la exigencia de Dios a Adán (y a toda la humanidad) de una obediencia perfecta, lo que hace necesaria la obediencia activa de Cristo para nuestra justificación ante Dios, y que el Decálogo es un reflejo de la ley moral de Dios para los cristianos, aplicada ahora a nosotros en Cristo. Sin embargo, lo que ambos puntos de vista tienen en común es ver cómo todo el plan de Dios y las promesas del pacto se cumplen en Cristo y en el nuevo pacto. Lo que sigue es una descripción del pactualismo progresivo en tres puntos resumidos.
(1) El plan único de Dios se revela a través de una pluralidad de pactos que culminan en Cristo.
Al igual que la teología del pacto, el pactualismo progresivo considera que los pactos bíblicos son la forma central en que Dios ha desplegado su plan redentor a lo largo de la historia. Sin embargo, sostiene que la Biblia presenta una pluralidad de pactos que revelan progresivamente el único plan redentor de Dios para su único pueblo, que alcanza su cumplimiento, telos y término en Cristo y el nuevo pacto. Cada pacto bíblico contribuye al plan unificado de Dios, y para conocer el plan completo, debemos entender cada pacto en su propio contexto, situando ese pacto en relación con lo que le precede y le sigue antes de extraer su aplicación a nosotros hoy. A través de la progresión de los pactos, llegamos a conocer el plan de Dios, cómo todas las promesas de Dios se cumplen en Cristo y se aplican a la iglesia como pueblo del nuevo pacto de Dios (Heb. 1:1-3; cf. Ef. 1:9-10), y cómo debemos vivir como pueblo de Dios hoy.
(2) Los pactos son más que un tema unificador de las Escrituras, son la columna vertebral de la historia redentora de la Biblia, que comienza en la creación y alcanza su plenitud en Cristo.
El pactualismo progresivo sostiene que los pactos son más que un tema unificador de las Escrituras; en cambio, son reveladores del plan de Dios, proféticos en su anticipación de Cristo, y teológicamente significativos, ya que funcionan como la columna vertebral de la historia de las Escrituras. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los defensores de la teología del pacto, el pactualismo progresivo no divide los pactos bíblicos en dos categorías simplemente: «el pacto de obras» (ley) y «el pacto de gracia» (evangelio), aunque la verdad de la «ley» y el «evangelio» como conceptos teológicos es vital para mantenerlos. Tampoco categoriza los pactos como incondicionales/unilaterales (concesión real) o condicionales/bilaterales (soberano-vasallo), como tienden a hacer tanto la teología del pacto como la dispensacional.
¿Por qué? Por esta razón: cada pacto contiene ambos elementos, pero con una clara distinción entre el pacto en la creación antes y después de la caída, y que la redención se basa sólo en Cristo. De hecho, es debido a esta mezcla de ambos elementos que se crea una tensión deliberada en el desarrollo de la historia bíblica del pacto―una tensión que se agudiza a medida que se desarrolla el plan de Dios―y que sólo se resuelve en la perfecta vida y muerte obediente de Cristo por nosotros.
Por un lado, los pactos revelan a nuestro trino Creador y Señor del pacto, quien hace y cumple sus promesas. Cuando Dios inicia relaciones de pacto con sus criaturas, siempre es el socio fiel (Heb. 6:17-18). Independientemente de nuestra infidelidad, las promesas de Dios, que comienzan en Génesis 3:15, son seguras. Sin embargo, Dios exige de nosotros una obediencia perfecta, de ahí el aspecto bilateral de los pactos. Sin embargo, a medida que avanzan los pactos, crece la tensión entre la fidelidad de Dios a sus promesas y nuestra desobediencia. La obediencia no es una opción para nosotros. Dios es santo y justo; es la norma moral del universo, pero nosotros hemos pecado contra él. Y, a la luz de Génesis 3:15, las promesas de Dios están vinculadas a la provisión de un hijo obediente, quien deshará la desastrosa elección de Adán. Pero, ¿dónde está ese hijo que obedezca plenamente y cumpla la exigencia moral de Dios? ¿Cómo puede Dios permanecer en relación con nosotros si no se elimina nuestro pecado? Es a través de los pactos que esta tensión aumenta, y es a través de los pactos que se da la respuesta: Dios mismo―nuestro hacedor y guardián del pacto―actuará unilateralmente para cumplir su propia promesa mediante la provisión de un socio obediente del pacto, es decir, Cristo.
Por tanto, es a través de la pluralidad de pactos interrelacionados, empezando por Adán y la creación y culminando en Cristo y el nuevo pacto, que el plan único y eterno de Dios se revela en el tiempo. De hecho, comenzar con el pacto de la creación es crucial por dos razones.
En primer lugar, el pacto de la creación es fundamental para todos los pactos futuros, ya que todos los pactos posteriores desenvuelven el papel de Adán en el mundo. Adán, y toda la humanidad, es creado como hijo-imagen de Dios, un rey-sacerdote que gobierna la creación (Génesis 1:26-28; cf. Salmo 8). Adán es creado en relación con Dios, ya que es el mediador del gobierno de Dios en el mundo. Sin embargo, Dios exige una obediencia perfecta de su compañero del pacto, que, lamentablemente, no cumple (Gn. 2:16-17; cf. Gn. 3). Pero Dios promete bondadosamente que vendrá una «simiente de la mujer » (Gn. 3:15), un Adán superior, que revertirá los efectos del pecado y la muerte. En realidad, todas las cabezas del pacto subsiguientes funcionarán como subconjuntos de Adán, quien, en el plan de Dios, no será el Adán superior, sino que apuntará hacia Cristo. El papel de Adán como cabeza representativa de la creación define lo que viene después de él, y toda la obra de Cristo (Heb. 2:5-18).
En segundo lugar, el pacto de la creación es fundamental para establecer varios patrones tipológicos que finalmente alcanzan su telos en Cristo y el nuevo pacto (por ejemplo el reposo del séptimo día [Gn. 2:1-3; Éxodo 20:8-11] y el reposo de la salvación en Cristo [Heb. 3:7-4:13]; el Edén como templo-santuario que se cumple en Cristo como nuevo templo; y el matrimonio que apunta a una realidad mayor, a saber, la relación de Cristo con su pueblo [Gn. 2:24-25; Ef. 5:32]). Todos estos modelos terminarán escatológicamente en Cristo y el pueblo del nuevo pacto de Dios, la iglesia.
De este modo, el pacto de la creación sienta las bases que continúan en todos los pactos y éste, junto con todos los pactos, se cumple en Cristo. A medida que el plan eterno de Dios se representa en el escenario de la historia humana, pasa de la creación en Adán a la consumación en Cristo.
Sin embargo, es en el nuevo pacto donde se cumplen todos los pactos anteriores. Dado que todos los pactos son parte del único plan de Dios, ningún pacto está desvinculado de lo que lo precedió, y ningún pacto tiene sentido aparte de su cumplimiento en Cristo. No cabe duda de que el cumplimiento del nuevo pacto implica un aspecto de «ya-pero-todavía-no». Sin embargo, lo que los pactos anteriores revelaron, anticiparon y predijeron «ya» está aquí. Por eso, Jesús es el último Adán y la cabeza de la nueva creación (Rom. 5:12-21; 1 Cor. 15:21-22; Heb. 2:5-18), la verdadera simiente y descendencia de Abraham que trae bendiciones a las naciones (Gal. 3:16), el verdadero Israel que cumple todo lo que no pudo ser (Mt. 2:15; Jn. 15:1-6), y el hijo mayor de David que gobierna las naciones y toda la creación como Señor (Hch. 2:32-36; Rom. 1:3-4; cf. Sal. 2, 45, 110).
El cumplimiento de los pactos anteriores no implica que los pactos anteriores no tengan valor para nosotros hoy. Los pactos anteriores son para siempre la Escritura, que es para nuestra instrucción y crecimiento (2 Tim. 3:16-17). Sin embargo, ahora que Cristo ha venido, los cristianos ya no están bajo los pactos anteriores como pactos (aparte del pacto con Noé hasta la consumación). Como iglesia, obedecemos toda la Escritura, incluyendo el Decálogo, pero ahora a la luz de su cumplimiento en Cristo y el nuevo pacto (1 Cor. 9:19-21).
(3) La relación Israel-Cristo-Iglesia a través de la historia redentora.
En lo que respecta a la relación Israel-Iglesia, el pactualismo progresivo subraya dos puntos. En primer lugar, Dios tiene un solo pueblo, pero existe una distinción Israel-Iglesia debido a sus respectivos pactos. La iglesia es nueva en un sentido redentor-histórico ya que es la comunidad del nuevo pacto. En segundo lugar, debemos pensar en la relación Israel-iglesia cristológicamente. La iglesia no es directamente el «nuevo Israel» o su reemplazo. Más bien, en Cristo Jesús, la iglesia es la nueva creación de Dios, compuesta por judíos y gentiles creyentes, porque Jesús es el último Adán y el verdadero Israel, la simiente fiel de Abraham que hereda las promesas por su obra (Gál. 3:16; Ef. 2:11-22). Así, en unión con Cristo, la iglesia es el pueblo del nuevo pacto de Dios en continuidad con los elegidos de todas las épocas, pero diferente de Israel en su naturaleza y estructura. Ahora, en Cristo, tanto los judíos étnicos creyentes como los gentiles están igualmente juntos y heredan todas las promesas de Dios en él (Gal. 3:26-4:7). Y, además, la relación entre Cristo y su pueblo es inseparable. Por esta razón, la iglesia recibe todas las promesas de Dios en Cristo.
Esta forma de ver a Israel-Cristo-Iglesia difiere de la teología dispensacional y de la teología del pacto al menos en dos aspectos. En primer lugar, en contra del dispensacionalismo, Jesús es el cumplimiento antitípico de Israel y Adán, y en él se cumplen todas las promesas de Dios para su pueblo, la iglesia, formada por judíos y gentiles creyentes y regenerados. Además, en Cristo también se cumple y se consuma la promesa de la tierra, como aquel que gana la nueva creación por su obra y que, cuando regrese, dará paso a la nueva creación (Rom. 4:13; Ef. 6:3; Heb. 11:10, 16; cf. Mat. 5:5; Ap. 21-22). Cristo, como el último Adán y el verdadero Israel, es el primer hombre de la nueva creación y por su obra gana la nueva creación poniendo todo bajo sus pies en victoria y triunfo en su cruz y en su gloriosa resurrección (Heb. 2:5-18). La tierra, pues, se considera un tipo/patrón que no sólo mira hacia atrás, hacia el Edén/la creación, sino también hacia adelante, hacia Cristo y la nueva creación.
En segundo lugar, en contra de la teología del pacto, el pueblo del nuevo pacto de Jesús es diferente del Israel del antiguo pacto. Bajo el antiguo pacto, Israel, en su naturaleza y estructura, era una comunidad mixta de creyentes y no creyentes (Rom. 9:6). Pero la iglesia está constituida por personas unidas a Cristo por la fe y partícipes del nuevo pacto, que incluye mínimamente el perdón de los pecados, el don del Espíritu y la circuncisión del corazón. Así, a diferencia de Israel, la iglesia se constituye como un pueblo creyente y regenerado, aunque esperamos la plenitud de lo que Cristo inauguró en su glorioso regreso. Por esta razón, el bautismo, signo del nuevo pacto, sólo se aplica a quienes profesan la fe y dan pruebas creíbles de que ya no están en Adán, sino en Cristo, y la circuncisión y el bautismo no significan las mismas realidades, debido a sus respectivas diferencias de pacto. De hecho, pensar que la circuncisión y el bautismo significan la misma realidad es un error de categoría pactual.
He aquí el pactualismo progresivo en forma resumida. En lo que respecta a las cuestiones evangélicas, aunque se está más de acuerdo que no con la teología dispensacional y del pacto, el pactualismo progresivo sostiene que en el centro de todos los planes y propósitos de Dios está Cristo Jesús. En él, todas las promesas de Dios son «sí y amén» (2 Cor. 1:20), y por gracia, nosotros, como iglesia, somos los beneficiarios de su gloriosa y triunfante obra, ahora y para siempre.
Lecturas sugeridas (en inglés)
- D. A. Carson, “New Covenant Theology and Biblical Theology,” in God’s Glory Revealed in Christ: Essays on Biblical Theology in Honor of Thomas R. Schreiner, eds. Denny Burk, James M. Hamilton, Jr, and Brian Vickers (Nashville: B&H Academic, 2019), 17-31.
- Peter J. Gentry and Stephen J. Wellum, Kingdom through Covenant: A Biblical-Theological Understanding of the Covenants, 2nd (Wheaton: Crossway, 2018).
- Gary D. Long, New Covenant Theology (n.p.: CreateSpace, 2013).
- John G. Reisinger, Abraham’s Four Seeds (Frederick, MD: New Covenant Media, 1998).
- Brian S. Rosner, Paul and the Law: Keeping the Commandments of God, NSBT 31 (Downers Grove: InterVarsity Press, 2013).
- Thomas R. Schreiner, Covenant and God’s Purpose for the World (Wheaton: Crossway, 2017).
- Tom Wells and Fred Zaspel, New Covenant Theology: Description, Definition, Defense (Frederick, MD: New Covenant Media, 2002).
- Stephen J. Wellum and Brent E. Parker, eds., Progressive Covenantalism: Charting a Course between Dispensational and Covenant Theologies (Nashville: B&H Academic, 2016). See an Author Interview here and here.
- Stephen J. Wellum, “Progressive Covenantalism.”
- Stephen J. Wellum, “The Backbone to the Bible’s Storyline.”
Licencia
Este ensayo forma parte de la serie Concise Theology. Todas las opiniones expresadas en este ensayo son las del autor. Este ensayo está disponible de forma gratuita bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike, lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que se aplique a ese material un enlace de atribución, la indicación de los cambios y la misma licencia Creative Commons.
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Sobre el autor
Stephen J. Wellum es profesor de teología cristiana en el Southern Baptist Theological Seminary y editor del Southern Baptist Journal of Theology. Es el autor de God the Son Incarnate: The Doctrine of Christ (Crossway, 2016) y Christ Alone: The Uniqueness of Jesus as Savior (Zondervan, 2017).
Notas del traductor
- Publicado originalmente en inglés en The Gospel Coalition.
- El título original es Progressive Covenantalism and New Covenant Theology [El Pactualismo Progresivo y la Teología del Nuevo Pacto]. Sin embargo, ya que el contenido no interactúa tanto con la Teología del Nuevo Pacto, sino que se centra solamente en explicar el Pactualismo Progresivo, decidí cambiar el título a Una Introducción al Pactualismo Progresivo.
- Para una explicación más detallada del mensaje de la Biblia desde la perspectiva del pactualismo progresivo, recomiendo leer el ensayo La Historia y el Mensaje de la Biblia, escrito por el mismo autor y traducido por mí.