Por las Misericordias de Dios (Romanos 12:1)
En Romanos 12:1, el apóstol Pablo escribe: “Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes.” El apóstol está llamando a los cristianos a una entrega total de sus vidas al Señor, y expone la base sobre la cual esta entrega total ha de ser entendida: “las misericordias de Dios”.
Al usar “misericordias” en plural y no “misericordia” en singular, el apóstol Pablo está destacando los múltiples actos o manifestaciones concretas de la misericordia de Dios. No está hablando de la misericordia de Dios en manera abstracta, sino en forma concreta. Hay misericordias específicas que él tiene en mente al poner esto como la base para su llamado a que los creyentes vivan centrados en Dios.
Sus lectores romanos seguramente tienen frescas estas misericordias en sus mentes porque acaban de ser expuestas ante ellos con claridad en los primeros once capítulos de Romanos. Por tanto, considero que, para comprender esta frase (lo que Pablo y sus lectores debieron tener en mente al escribir y leer sobre “las misericordias de Dios”), debemos prestar atención a lo que Pablo ha enseñado en los capítulos precedentes.
Contenido de este artículo
La necesidad de las misericordias de Dios (1:18-3:20)
En los primeros tres capítulos de Romanos, el apóstol Pablo demuestra la necesidad profunda que los seres humanos tienen de las misericordias de Dios reveladas en el evangelio. Aparte de estas misericordias, todos están hundidos en el pecado y sus consecuencias. Esta necesidad de las misericordias de Dios se origina por nuestro pecado, el cual es grave y universal.
El capítulo 1 se enfoca principalmente en el pecado de manera general, con especial énfasis en la clase de vida que los gentiles viven fuera de la gracia de Dios (Ro. 1:18-32). A partir del capítulo 2, el apóstol pasa a demostrar que esa realidad grave, en la que el ser humano se encuentra falto de la justicia necesaria para tener paz con Dios, es una condición que también los judíos sufren (Ro. 2:1-29). Aunque los judíos pudieran presentar una serie de objeciones a esta idea, el apóstol responde hábilmente que todos están bajo pecado (Ro. 3:23). No hay ni una persona que sea justa y que busque a Dios (Ro. 3:9-23). Por tanto, no hay ni siquiera una persona que no necesite urgentemente las misericordias de Dios.
La misericordia justificadora de Dios (3:21-5:10)
A partir de Romanos 3:21, el apóstol afirma que hay una justicia de Dios que ha sido manifestada a los seres humanos, y esta justicia ha sido manifestada “aparte de la ley”. Aquí se introduce un contraste entre la realidad desesperada en que los gentiles y su mente reprobada se encuentran, al igual que los judíos y su incapacidad frente a la ley.
Esta justicia solo puede poseída por la fe en Jesucristo. Es necesario que los hombres sean justificados gratuitamente por la gracia de Dios. Pablo extiende esta sección a lo largo de los capítulos tercero y cuarto, demostrando que la salvación por la gracia y la misericordia de Dios es el único método que el Señor ha usado tanto en tiempos del Antiguo Testamento como en el Nuevo. Termina esta sección afirmando que la justificación y todos sus beneficios (las misericordias de Dios) solo pueden ser experimentados por la fe en Jesucristo (Ro. 5:1-11).
La misericordia transformadora de Dios (Ro. 5:11-7:25)
Siendo el mensaje de la gracia tan esperanzador para los gentiles y tan humillante para los judíos que confiaban en su propia justicia, era lógico que, tanto los que estaban acostumbrados a una vida sin Dios, como los que habían creído históricamente que la salvación se gana a punta de obediencia, se desviaran en distintas direcciones. Los gentiles pensarían que la gracia les daba libertad para pecar en vista de que Jesús lo pagó todo; los judíos, por su parte, pensarían que la gracia es contraria al Dios del Antiguo Testamento.
Sin embargo, el apóstol responde afirmando el llamado de los creyentes a no perseverar en el pecado “para que la gracia abunde” (una conclusión errónea a todas luces), sino a darse cuenta de que la gracia les transforma de su antigua herencia de pecado, y les llama a vivir para servir a la justicia (Ro. 5:11-6:23).
Incluso les advierte que seguirán luchando con el pecado, pero que son libres de su poder. Su dolor ante el pecado demuestra que ahora ya no viven para agradar al pecado, sino que han sido transformados interiormente y esperan ser librados de este cuerpo de muerte. Pablo mismo se muestra como un ejemplo personal de esta lucha ardiente contra el pecado, lo cual sin duda consolaría a los creyentes en general (Ro. 7:1-25).
La misericordia preservadora de Dios (8:1-39)
Ya que han sido transformados de su antigua miseria a la esperanza de la gloria de Dios que ha de ser manifestada, y a pesar de que siguen en una lucha activa contra el pecado, los cristianos son llamados a caminar en sintonía con el Espíritu de Dios (Ro. 8:1-17). Los creyentes están más que seguros porque esperan la gloria venidera, y mientras la esperan no están solos, sino que son acompañados por el Espíritu Santo, quien es una muestra diaria de las misericordias de Dios.
Están seguros en las manos de Dios y son guardados a pesar de que en el tiempo presente sufran padecimientos por causa de su fe. Pablo afirma que ahora los creyentes son participantes del plan cósmico de renovación completa que Dios ha trazado en la eternidad (8:18-25), y son confortados respecto al amor de Dios.
Ya no deben preocuparse de los sufrimientos que tendrán, porque estos son para su santificación, y aunque por momentos pareciera que el amor de Dios no está con ellos en sus tribulaciones, Pablo les asegura que no hay nada que pueda separarles del amor de Dios en Cristo Jesús. Los creyentes son receptores de las misericordias de Dios y nunca dejarán de serlo (Ro. 8:26-39).
La misericordia soberana de Dios (9:1-11:36)
En los capítulos 9 al 11, justo antes de llamar a los creyentes a responder con entrega completa ante las misericordias de Dios, el apóstol les demuestra que estas misericordias de Dios demostradas a ellos no son una casualidad. Están arraigadas en la mente que nadie conoció y que nadie puede aconsejar. Los creyentes judíos son enseñados que la gracia de Dios a los creyentes gentiles es parte del plan eterno de Dios, y deben responder con humildad y esperanza. Los creyentes gentiles son enseñados que la gracia de Dios debe humillarles y animarles a responder con gozo.
Todo lo que la mente soberana ha planificado desde antes de la fundación del mundo es ciertamente algo inconcebible para la mente humana, pero Pablo afirma que esto solo responde a una realidad última: todas las cosas provienen de Dios, existen y se llevan a cabo por él, y tienen el propósito de complacerle a él. Por tanto, toda la gloria debe ser dada a su nombre.
Respondiendo a las misericordias de Dios (12:1 y siguientes)
Esta es la base inamovible sobre la cual el apóstol asienta todas las exhortaciones que hará a partir Romanos 12. “Las misericordias de Dios” no es una frase sin sentido. Es una frase con un significado profundo. “Las misericordias de Dios” es como el apóstol Pablo resume toda la obra salvadora de Dios en Romanos.
Darnos cuenta de ello nos lleva a un mejor entendimiento de Romanos 12:1-2. Si pudiéramos ir un poco más allá, podríamos afirmar que las misericordias de Dios son un resumen perfecto para todo lo que la Biblia nos enseña, ya que la historia de la Biblia viene a ser la historia de cómo Dios dispensa sus misericordias a los pecadores y los preserva para la redención final.
Esta es la única base sobre la cual deben descansar todos nuestros motivos para la obediencia cristiana. Siempre que pensemos en las misericordias de Dios, debemos remitir nuestra mente a los hechos salvadores de Dios a nuestro favor y desear darle gloria con todas las áreas de nuestra vida.