Menguar para que Cristo brille

¡Comparte esta lectura con tus amigos!

Juan el Bautista fue un hombre seguido por multitudes. Su voz, llamando a la gente al arrepentimiento, llegó a ser escuchada por toda la gente de la provincia de Judea y de Jerusalén. Pero cuando Cristo apareció bautizando cerca de donde Juan lo hacía, la atención comenzó a desplazarse hacia Él.

Los discípulos de Juan notaron esto y le dijeron: “Todos vienen a él” (Jn. 3:26).

La respuesta de Juan fue sorprendente para ellos: “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).

Si prestas atención, notarás que no hay rastro de celos en las palabras de Juan. Tampoco hay un intento de aferrarse al lugar central de atención. Al contrario, Juan se alegra de ser desplazado a un lugar secundario. Entendía que su papel era apuntar a Cristo, no brillar con luz propia.

El problema del “yo”

Si somos honestos, este versículo nos incomoda en cierta medida, porque toca una fibra muy real: todos tenemos hambre de reconocimiento. Queremos que se nos vea, que se nos valore, que nuestro nombre pese cuando sea mencionado. Sin embargo, el llamado cristiano no es a figurar, sino a aceptar alegremente el lugar secundario. Jesús lo dijo con toda claridad:

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23).

Negarse a uno mismo no significa odiarse ni perder la dignidad. Significa dejar de poner nuestro ego en el centro. Significa morir a nuestro deseo de ser la persona más importante del mundo. ¡Y vaya que nosotros tenemos ese problema!

Hay una lucha en nuestro interior, porque no queremos ceder el asiento más honorable en la mesa. Agustín de Hipona entendió bien esta lucha cuando escribió:

Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la [ciudad] terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la [ciudad] celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda, en Dios, porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia.

En otras palabras, el ego humano quiere ser el rey y sentarse en el trono para gobernarlo todo; pero en el trono del universo solo hay lugar para un Señor. Así que, el problema del ego humano o el “yo” es que queremos ser los más importantes, pero no podemos serlo. No fuimos diseñados para sentarnos en el trono del Hijo de Dios.

Perder para ganar

A primera vista, menguar parece derrota. Seamos honestos… ¿Quién quiere hacerse pequeño? ¿Quién quiere ceder el lugar más importante del universo?

Pero el evangelio nos muestra que ahí está la verdadera libertad. No está en convertirnos en superhombres alfa que se ganan a todas las chicas y obtienen reconocimiento en todo lugar al que llegan. La grandeza del cristiano radica en reconocer que su vida no se trata más sobre él, sino sobre hacer brillar la gloria de Dios con sus buenas obras (Mt. 5:16). Pablo lo expresó con gozo cuando escribió:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20)

Cuando tú menguas y te haces pequeño, Cristo toma el centro. Y no es que tú seas tan grande como para opacar a Cristo en lo más mínimo. Simplemente, se trata de aceptar el lugar que por naturaleza te corresponde.

Y más importante aún: cuando menguas y te haces pequeño, es cuando realmente ganas. Menguar no es pérdida, es ganancia. Menguar para que Cristo crezca no es ser un don nadie, sino encontrar el verdadero sentido de tu vida.

La alegría del segundo plano

Si usas las redes sociales con cierta frecuencia, notarás que el mundo te empuja a sobresalir, a demostrar quién eres realmente, a compararte sin parar con los demás. Muchos youtubers y tiktokers te dicen que tu vida carece de sentido si no eres una persona reconocida. Este discurso ha probado ser muy efectivo entre los hombres jóvenes.

Pero vivir toda la vida intentando sobresalir es demasiado agotador. Vivir anclando tu importancia a qué tanto puedes figurar frente a otros es como ponerte una soga al cuello que te roba el aire. Menguar, pues, no es autodesprecio. Es descanso. Es soltar la carga imposible de ser el centro.

Hay una frase en internet atribuida a C. S. Lewis, aunque estoy seguro de que la he visto atribuida a alguien más. Lo cierto es que comunica una gran verdad:

“La verdadera humildad no es pensar menos de uno mismo, sino pensar menos en uno mismo.”

Cuando el yo deja de ocupar todo el espacio, puedes respirar con libertad. Juan no se despreciaba a sí mismo, sino que no era una persona ensimismada que pasara tanto tiempo pensando en sí mismo. Y cuando alguna vez pensaba en sí mismo, lo hacía siempre con relación a Cristo, y esto lo ponía en el lugar correcto.

Por eso, cuando vio que el Cristo había entrado en escena, dijo:

“El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.” (Jn. 3:29).

Juan encontró una gran alegría en ocupar el segundo plano. Para él, la gloria no estaba en la multitud que lo seguía, sino en saber que los ojos de esa multitud eran redirigidos al Mesías.

Y la vida cristiana entera se mueve en esta dirección.

  • Juan dijo: “Que Él crezca, que yo mengüe.” (Jn. 3:20)
  • Pablo dijo: “Todo lo estimo como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo” (Fil. 3:8).
  • Jesús mismo dijo: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Mr. 10:45).

Menguar no significa perder. Significa ganar a Cristo. Y cuando Él ocupa el lugar central, nuestra alegría se cumple, como la de Juan el Bautista.

Mi oración por ti es que tu ego disminuya, que la gloria de Cristo brille, y que encuentres el máximo gozo en ello.

¡Comparte esta lectura con tus amigos!
Diego Portillo
Diego Portillo

Diego es miembro de Iglesia Bíblica de la Gracia en Ahuachapán, El Salvador, donde sirve en la música. Posee una Licenciatura en Idioma Inglés (Opción Enseñanza) por la Universidad de El Salvador y una Maestría en Estudios Teológicos por el MINTS International Seminary.