La Historia y el Mensaje de la Biblia
Este es un ensayo escrito por el Dr. Stephen Wellum, traducido por Diego Portillo
Contenido de este artículo
Definición
La Biblia se compone de muchos libros y fue escrita por varios autores durante siglos. Pero como Palabra de Dios, es una revelación unificada que revela un solo mensaje. Es fundamental comprender cuál es el mensaje general de la Biblia para interpretarla y aplicarla correctamente a nuestras vidas.
Resumen
Este artículo explica cuál es el mensaje central de la Biblia al pensar en dos formas de describir la historia general de las Escrituras. Primero, se exploran los movimientos de la trama bíblica: creación, caída, redención y nueva creación, para comprender el mensaje de la Biblia. En segundo lugar, la historia de la Biblia se explica pensando en cómo el plan de Dios se revela a través de los pactos, desde el pacto de la creación hasta el nuevo pacto en Cristo.
La Biblia es un gran libro que consta de muchos temas, literatura diversa, y abarca siglos. Sin embargo, a pesar de haber sido escrita por varios autores y abordar varios temas, la Biblia es una gran historia cuyo mensaje central trata sobre lo que nuestro trino Creador, el Dios del pacto, planeó en la eternidad y ejecutó en el tiempo para glorificarse a sí mismo rediminedo a su pueblo, juzgando el pecado, y haciendo todas las cosas nuevas en Cristo Jesús (Ro. 11:33-36; Ef. 1:9-10; Col. 1:15-20).
Desde Génesis hasta Apocalipsis, el mensaje de la Biblia es, ante todo, sobre el Dios trino. Se centra en su nombre y su gloria, y en cómo ha decidido en su gracia darse a sí mismo a nosotros (aunque es perfectamente completo y satisfecho en sí mismo), lo cual resulta en la alabanza de su gloriosa gracia y nuestro bien eterno (Ef. 2:1-10). Podemos resumir la larga y vasta historia de la Biblia de dos maneras. Primero, podemos capturarla en términos de cuatro movimientos principales de la trama: creación, caída, redención y nueva creación. En segundo lugar, podemos describir el desarrollo del plan eterno de Dios desde la creación hasta la nueva creación a través de la progresión de los pactos bíblicos. Veamos estas dos formas de resumir la historia y el mensaje general de la Biblia.
La historia y el mensaje de la Biblia a través de los movimientos de su trama
Al pensar en los movimientos de la trama de la Biblia, podemos captar los contornos más amplios de la historia y el mensaje de la Biblia y pensar en la cosmovisión única de la Biblia frente a otros puntos de vista. Pensar en los movimientos de la trama de la Biblia nos ayuda a responder las preguntas que cada persona hace y debe responder: ¿De dónde vinimos? ¿Qué salió mal? ¿Cuál es la solución a nuestro problema? ¿A dónde va la historia?
Creación
¿De donde vino todo? Génesis 1-2 nos da el relato de cómo Dios creó todas las cosas, incluidos nosotros, sus criaturas y portadores de su imagen. Aunque esta sección de la Biblia es corta, es teológicamente significativa y fundamental para todo lo que sigue, y prepara el escenario para el resto del drama que se desarrolla en la Biblia. Aquí conocemos a varios personajes clave y captamos por primera vez el escenario de la historia de las Escrituras.
Además, en la creación se establecen varios patrones tipológicos, que en la historia alcanzarán su cumplimiento en Cristo y el nuevo pacto (Por ejemplo, el descanso del séptimo día [Gn. 2:1-3; Éx. 20:8-11] y el descanso de la salvación en Cristo [He. 3:7-4:13]; el Edén como un templo santuario que se cumple en Cristo como el nuevo templo; y el matrimonio que apunta a una realidad mayor, a saber, la relación de Cristo con su pueblo [Gn. 2:24-25; Ef. 5:32]). Todos estos patrones se irán desempaquetando progresivamente a través de los pactos posteriores, todos trabajando hacia un fin último, e irán explicando la historia de la Biblia.
Caída
¿Qué salió mal? En Génesis 3, todo cambió en el buen mundo de Dios. Adán, el primer hombre, cambió para siempre el rumbo de la historia con su decisión de rebelarse contra Dios. Cuando fue tentado por la serpiente, Adán desobedeció a Dios y hundió a toda la humanidad en el pecado, la muerte y la condenación. La Caída establece el terrible problema para el que está escrito el resto de las Escrituras. Aparte de Génesis 3, no podemos entender el plan de redención de Dios y cómo nosotros, como humanos, podemos ser justificados ante nuestro Dios santo, dado nuestro pecado. Debido al pecado de Adán y nuestro destierro de la presencia de Dios, nuestra única esperanza se encuentra en la iniciativa de la gracia de Dios para redimir y revertir los efectos del pecado y la muerte causados por Adán.
Redención
¿Dónde encontramos esperanza? En Génesis 3:15, Dios promete que un hijo, la “simiente” de la mujer, un día derrotará a la serpiente y revertirá lo que hizo Adán. Aunque los seres humanos merecen la muerte por su pecado (Ro. 6:23), la muerte no tendrá la última palabra. En verdad, el resto de la Biblia, con todas sus historias y detalles (el pueblo, el sistema de sacrificios, sus eventos salvadores) nos dice cómo sucederá esto al desplegar lentamente esta promesa de «buenas nuevas», que finalmente nos lleva a Cristo. A medida que se desarrolla la historia, Cristo finalmente viene, el propio Hijo de Dios, y por su vida, muerte y resurrección, el Padre crea una nueva humanidad, la iglesia, que disfruta del perdón total de sus pecados, corazones nuevos y acceso al Padre por medio del Espíritu. En Cristo, lo que el Dios Uno y Trino quiso originalmente para sus criaturas, lisiadas por la Caída, ahora está comenzando a ser restaurado.
Nueva creación
¿A dónde va la historia? La dirección de la historia es hacia la nueva creación, la meta y el fin de la promesa redentora de Dios. El orden actual es la vieja creación en Adán, pero Cristo traerá una nueva creación. Los profetas del AT describen esta nueva creación como llegando con la venida del Rey y Mesías de Dios. A través de su vida y obra en la cruz, Jesús trae la nueva creación. A su regreso, la nueva creación se consuma, como se describe bellamente en Apocalipsis 21-22. Pero incluso ahora, algo de lo que Juan imaginó está presente en el pueblo de Cristo, que es una nueva creación, una colonia de la era futura, aunque todavía esperamos la plenitud cuando Cristo regrese.
Estos cuatro movimientos de la trama son una forma de resumir la historia de la Biblia. Capturan muy bien el mensaje de la Biblia de lo que Dios ha planeado en la eternidad, ejecutado en el tiempo, para glorificarse a sí mismo al destruir el pecado y redimir a su pueblo en Cristo. Sin embargo, otra forma de captar el mensaje de la Biblia es pensar en cómo el plan redentor de Dios, desde la creación hasta la nueva creación, se desarrolla progresivamente a través de los pactos.
La historia y el mensaje de la Biblia a través del desarrollo de los pactos
Los movimientos de la trama de las Escrituras ayudan a captar el mensaje de la Biblia, pero los pactos sirven como la columna vertebral de la historia de la Biblia que mantiene unidas sus diversas piezas. Pacto es una palabra que describe quién es Dios como el Señor del pacto y su bondadosa elección de ser nuestro Dios: “Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (Jer. 31:33). A través de los pactos, llegamos a saber cuál es el plan eterno de Dios. Cada pacto, desde Adán hasta Cristo, contribuye al plan y, en última instancia, a través de los pactos, descubrimos cómo se cumplen todas las promesas de Dios en Cristo.
El pacto de Dios con la creación a través de Adán y Noé
Como se señaló anteriormente, la Biblia comienza con la creación del mundo y de los seres humanos, pero lo hace comenzando primero con Dios como Creador y Señor (Gn. 1-2; Sal. 103:19; Dn. 4:34-35; Hch. 17:24-25). La obra de creación de Dios es el resultado de su plan eterno en el tiempo (Ef. 1:11; Ap. 4:1), que dirige hacia un telos o fin específico.
A medida que se desarrolla la historia, el plan de Dios se desarrolla a través de relaciones de pacto específicas, las cuales nos llevan a Cristo (Col. 1:15-20).Desde Génesis 1 en adelante, Dios se presenta a sí mismo como el Dios increado, independiente y autosuficiente que crea y gobierna todas las cosas por su Palabra (Gn. 1-2; Sal. 50:12-14; Hch. 17:24-25; cf. Jn. 1:1). Como Creador y Señor, Dios está completamente presente y relacionado con sus criaturas: Él sostiene y gobierna todas las cosas con libertad, poder y determinación para su fin deseado (Sal.139:1-10; Hch. 17:28; Ef. 1:11).
Como persona, Dios manda, ama, consuela y juzga de acuerdo con él mismo. De hecho, a medida que avanzamos a través de la historia de la redención, Dios se revela no meramente como unipersonal sino como tripersonal, un ser en relación: Padre, Hijo y Espíritu. Dios también es el Santo (Gn. 2:1-3; Éx. 3:2-5; Lv. 11:44; Is. 6:1-3 ; cf. Ro. 1:18-23). La santidad de Dios está asociada con su independencia y aseidad («vida de sí mismo»). Como Dios, existe por sí mismo y se justifica a sí mismo como el estándar moral del universo. Es “demasiado puro para contemplar el mal” e incapaz de tolerar el mal (Hab. 1:12-13 ; cf. Is. 1:4-20; 35:8). Dios debe actuar con santa justicia cuando su pueblo se rebela contra él; sin embargo, él es el Dios que ama a su pueblo con un pacto de amor santo (Os. 11:9).
La santidad y el amor de Dios nunca están reñidos (1 Jn. 4:8 ; Ap. 4:8). Sin embargo, a medida que el pecado entra en el mundo y Dios gentilmente promete redimirnos, surge la pregunta de cómo lo hará y se mantendrá fiel a sí mismo, una cuestión central en la historia que se desarrolla en la Biblia. A continuación, se nos presenta a Adán, el primer hombre, que es la cabeza representativa de la humanidad y de la creación. La Escritura divide a todos los humanos bajo dos cabezas representativas: Adán y Cristo (Ro. 5:12-21 ; 1 Cor. 15:12-28). En el plan de Dios, Adán es un tipo de Cristo, que anticipa al postrer Adán (Ro. 5:14). Pero Adán, tristemente, por su acto representativo de desobediencia, hundió a todas las personas en el pecado, con consecuencias para toda la creación.
Sin embargo, de acuerdo con la promesa de Dios (Gn. 3:15), un «hijo/simiente» deshará la maldición del pecado en el mundo y devolverá la humanidad a Dios.Sin embargo, en esta promesa, surge la pregunta de quién será esta «simiente». Después de todo, dada la santidad de Dios, ¿cómo pueden los humanos caídos ser justificados ante él ? Dios no puede pasar por alto nuestro pecado; debe permanecer fiel a su propia demanda justa contra el pecado. Pero, ¿cómo puede Dios permanecer justo y justificar a los impíos? En las Escrituras, esta es la pregunta principal que impulsa la historia de la Biblia. Dios debe juzgar el pecado humano, pero dada su promesa de redimir, una tensión se crea en las relaciones de pacto de la Biblia. Dios promete ser nuestro Dios y que viviremos en su presencia, pero él es santo y nosotros no.
Sin duda, en los pactos posteriores Dios inicia y proporciona varios medios para lidiar con el pecado (por ejemplo, el sacerdocio, el sistema de sacrificios, el tabernáculo-templo [Lv. 17:11]). Pero bajo el pacto mosaico, nunca se pretendió que estos medios fueran suficientes. Dios estaba enseñando a su pueblo sobre sus limitaciones inherentes que apuntaban más allá de sí mismo hacia una mayor provisión y pacto. A medida que se desarrolla el plan de Dios, la única manera de resolver esta tensión es mediante la provisión de un hijo específico, uno que es humano y el Hijo divino. Solo Él puede redimirnos y justificarnos (Ro.3:21-26). Pero esto es para anticipar lo que está por venir.
En Noé, también vemos que los propósitos de la creación de Dios continúan. Cuando Dios juzgó al mundo con un diluvio, salvó a Noé, a su familia y a dos de cada criatura. Noé y su familia fueron un «reinicio» en la creación. Como Dios le ordenó a Adán antes que él, Noé debía llenar la tierra y gobernarla. Cuando Dios hizo un pacto con Noé (Gn. 9:13), fue una reafirmación del pacto fundamental con Adán y la creación. Sin embargo, el pacto con Noé se establece en el contexto de un mundo caído reservado para el juicio. Debido a la promesa de Dios, sabemos que Dios preservará la creación hasta el fin de los tiempos, a pesar del pecado humano en curso, y traerá la simiente prometida a través de Noé, quien revertirá todos los efectos del pecado de Adán.
El pacto de Dios con Abraham y su descendencia
A medida que los hijos de Noé se multiplicaron, vivieron como sus antepasados, llevando adelante la rebelión pecaminosa de la humanidad. La Torre de Babel es evidencia de que continúa la ambición de la humanidad, que desafía a Dios, como la de Adán. El pecado se transmite de generación en generación, y nos preguntamos cómo Dios revertirá los efectos del pecado y la muerte y nos restaurará a nuestro papel de portadores de su imagen.
La respuesta es el pacto de Abraham. Ubicado en el contexto de Génesis 1-11, el pacto abrahámico es cómo Dios cumplirá su promesa de redimir y restaurar. A través de una familia, Abraham y su simiente, Dios cumplirá su promesa de revertir los efectos del pecado y la muerte. Por gracia soberana, no de acuerdo con lo que hizo Abraham o algo especial sobre él, Dios eligió a Abraham, un adorador de ídolos, y prometió bendecirlo con un gran nombre, tierra y descendencia para traer la salvación a todas las naciones (Gn. 12:1-3; cf. Jos. 24:2-4).
A través del pacto abrahámico, Dios aclara aún más cómo se llevará a cabo su promesa salvadora. En su inauguración en Génesis 15, Dios demuestra que solo él cumplirá su promesa de salvar. Las promesas de Dios dependen de que él sea fiel a su Palabra, la cual Abraham recibió solo por fe (Gén. 15:6). En el Edén, Dios desterró a Adán de su presencia. Ahora los hijos de Abraham, identificados como aquellos que confían y obedecen a Dios, serán el pueblo de Dios, restaurados a su presencia y rehechos para cumplir la intención de Dios para los humanos.
El pacto de Dios con Israel a través de Moisés
Los descendientes de Abraham se multiplicaron en la nación de Israel. A medida que la historia continúa, Dios llega a un acuerdo más con ellos. En el pacto de Dios con Israel, mediado por Moisés, la promesa de Dios ahora se centra en una nación entera: una nación santa y un reino de sacerdotes que serán el hijo de Dios (Éx. 4:22; 9:6 ). Dios liberó a su pueblo de Egipto mediante el éxodo, lo cual estableció a Israel como el pueblo del pacto de Dios y sirvió como paradigma para los subsecuentes actos salvadores de Dios.En el Sinaí, Dios le da la ley del pacto a Israel (Éx. 19-20).
Moisés sirve como mediador del pacto y Dios esboza sus planes para la nación. Estos planes incluyen los roles clave de profetas, sacerdotes y reyes, cada rol toca un aspecto del rol original de Adán en el Edén. Nuevamente, vemos que el pacto de Dios con Israel se basa en los pactos anteriores, y continúa desarrollando el único plan redentor de Dios y sus propósitos originales para nosotros. El pacto de Dios incluye bendiciones por la obediencia y maldiciones por la desobediencia, y es a través de su obediencia que Israel experimentaría las bendiciones de Dios. Con el tiempo, aunque Israel a veces obedece, el patrón de su vida es en gran parte la desobediencia. A pesar de su llamado especial, Israel actúa como Adán en su rebelión y rechazo de Dios.
Como tal, el antiguo pacto, aunque dado por Dios, apunta a algo más grande. En sí mismo era insuficiente; presagió lo necesario para salvarnos, pero no lo proporcionó en su totalidad. En el plan de Dios, descubrimos que Él, de diversas maneras, tenía la intención de que este pacto apuntara hacia Cristo y el nuevo pacto (Jer. 31:31-34 ). En el plan de Dios, el pacto de Israel tenía la intención de ser temporal como parte del desarrollo del plan de Dios a través de los pactos. En su gracia, Dios se permitió habitar en medio de Israel, pero también reveló la necesidad de un mayor pacto, mediador y sacrificio. El antiguo pacto sirve para varios propósitos: se revela la naturaleza del pecado (Ro. 7:13), se da a conocer la grandeza de la gracia de Dios, y se anticipa a los justos de Dios en el Evangelio (Ro. 3:21), ya que sirvió como guardián para llevarnos a Cristo (Gá. 3:19-4:7).
El pacto de Dios con David y su hijo
A través del pacto davídico, la promesa de Dios ahora se centra en un individuo: el rey. Los pactos anteriores ahora se llevan a un punto crítico en este pacto, ya que Dios prometió un «hijo/rey» que gobernaría el mundo para siempre (2 Sam. 7:14, 19). En esta promesa de “hijo”, escuchamos ecos de Israel como hijo de Dios (Éx. 4:22). Aún más: escuchamos ecos de la promesa de Dios de proporcionar un “hijo/simiente” que deshará la obra de Adán (Gn. 3:15).
El centro del plan redentor de Dios es la restauración del papel de vice-regente de la humanidad a través de la simiente prometida. Para cuando llegamos a David, ahora sabemos que es a través del rey davídico que la creación será restaurada, lo cual enseñan claramente los Profetas y el Salterio (Sal. 2, 8, 45, 72; Is. 9:6-7; 11, 53). Sin embargo, David y sus hijos desobedecen, dejando así en duda las promesas de salvación de Dios. Pero Dios promete enviar a uno prometido, un rey davídico, pero ¿dónde está el rey?Esto conduce al mensaje de los Profetas y la anticipación de un nuevo pacto.
Los Profetas hablan del juicio de Dios sobre Israel por su violación del pacto, pero también dan una palabra de esperanza. Anuncian un patrón general de renovación al recapitular la historia pasada de redención y proyectarla hacia el futuro. Los Profetas proclaman que Dios mantendrá su promesa de redimir y lo hará a través de un fiel rey davídico (Is. 7:14; 9:6-7; 11:1-10; 42:1-9; 49:1-7; 52:13-53:12; 55:3; 61:1-3 ; Jer. 23:5-6 ; Ez. 34:23-24 ). En este rey, identificado como el “siervo de YHWH”, vendrá un pacto nuevo/eterno con el derramamiento del Espíritu (Ez. 36-37; Joel 2:28-32), el reinado salvador de Dios entre las naciones, el perdón de los pecados (Jer. 31:34) y una nueva creación (Is. 65:17).
La esperanza de los profetas se encuentra en el nuevo pacto. Con respecto al nuevo pacto, todos los profetas enseñan sobre él, pero Jeremías 31 es probablemente el más famoso de los textos del Antiguo Testamento. Jeremías se enfoca en lo que es central y fundamental para el nuevo pacto: la promesa del perdón completo del pecado (Jer. 31:34). Bajo el pacto de Israel, el perdón de los pecados se concedió mediante el sistema de sacrificios. Sin embargo, Dios nunca tuvo la intención de que el antiguo sistema fuera un fin en sí mismo (Gá. 3-4), lo cual es evidente por el anuncio de Dios de que en el nuevo pacto “no se recordará más el pecado” (v. 34). Entonces, lo que se anticipa bajo el nuevo pacto es una restauración de la comunión con Dios, y la morada de Dios con nosotros en una nueva creación; en última instancia, el cumplimiento de Génesis 3:15.
El nuevo pacto de Dios en Cristo
La cuestión del AT es cuándo y cómo Dios honrará sus promesas, sus pactos con Adán, Noé, Abraham, Moisés y David. Con la venida de Cristo, todas las promesas de Dios son «sí» en él (2 Cor. 1:20). Como Dios planeó desde la eternidad, a través del nuevo pacto establecido por nuestro Señor Jesús, nuestro Dios trino inaugura su reino salvador en el mundo. En su encarnación, el Hijo divino se convierte en el hijo humano prometido, la simiente de Abraham, el verdadero Israel y el Hijo mayor de David, y logra nuestra redención mediante su obra.
Por la vida de Jesús, su muerte, resurrección, ascensión y el derramamiento del Espíritu en Pentecostés, se paga por nuestro pecado, nos rehace como su nueva creación y elimina la maldición del pecado sobre la creación. Solo en Cristo, todas las promesas de Dios se cumplen y el propósito original de nuestra creación ahora se cumple para siempre. Estas gloriosas verdades están bellamente descritas en Apocalipsis 21-22. Después de que se promulga el juicio final sobre el pecado, la nueva creación llega en toda su plenitud consumada. En el regreso de Cristo, la nueva creación viene en su plenitud consumada de modo que toda la creación es donde el Dios trino en toda su gloria manifiesta su presencia única del pacto con nosotros.
El Edén ha dado paso a la nueva creación y lo que Dios creó para nosotros en primer lugar, es decir, morar en su presencia como su pueblo, ahora se realiza completa y finalmente para siempre, ¡amén!La Biblia, como la Palabra de Dios escrita, trata fundamentalmente de lo que nuestro glorioso Dios trino ha hecho para glorificarse a sí mismo mediante la redención de su pueblo, el juicio del pecado y la recreación de todas las cosas en Cristo. Para la iglesia, ese mensaje es una buena noticia, lo cual debería llevarnos a la fe, la esperanza, el amor y la fidelidad a Cristo. Pero el mensaje de la Biblia también nos recuerda que fuera de Cristo solo existe el juicio final, lo cual debería llevarnos a la fiel proclamación del evangelio.
Lectura adicional (en inglés)
- T. D. Alexander, From Eden to the New Jerusalem (Grand Rapids: Kregel, 2009).
- Craig G. Bartholomew and Michael W. Goheen, The Drama of Scripture, 2nd (Grand Rapids: Baker Academic, 2014).
- Chris Bruno, The Whole Message of the Bible in 16 Words (Wheaton: Crossway, 2015).
- Stephen G. Dempster, Dominion and Dynasty (Downers Grove: IVP Academic, 2003).
- Peter J. Gentry and Stephen J. Wellum, God’s Kingdom through God’s Covenants (Wheaton: Crossway, 2015).
- Graeme Goldsworthy, According to Plan (Downers Grove: IVP Academic, 2002).
- Stephen Wellum and Trent Hunter, Christ from Beginning to End (Grand Rapids: Zondervan, 2018).
Licencia
Este ensayo forma parte de la serie Concise Theology. Todas las opiniones expresadas en este ensayo son las del autor. Este ensayo está disponible de forma gratuita bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike, lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que se aplique a ese material un enlace de atribución, la indicación de los cambios y la misma licencia Creative Commons.
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Sobre el autor
Stephen J. Wellum es profesor de teología cristiana en el Southern Baptist Theological Seminary y editor del Southern Baptist Journal of Theology. Es el autor de God the Son Incarnate: The Doctrine of Christ (Crossway, 2016) y Christ Alone: The Uniqueness of Jesus as Savior (Zondervan, 2017).
Notas del traductor
- Este artículo fue originalmente publicado en inglés con el siguiente título: The Story and Message of the Bible en The Gospel Coalition.
- La traducción fue realizada por Diego Portillo.