Servir al Señor decentemente y con orden
En el mundo cristiano, a veces existe la idea errónea de que lo que está bien estructurado no es auténtico. Creemos que lo que está bien planificado no es espiritual, porque “el Espíritu de Dios actúa de manera espontánea”. Sin embargo, cuando servimos a Dios, tenemos la responsabilidad de facilitar que otros escuchen el mensaje de su Palabra en las mejores condiciones.
El apóstol Pablo, al corregir una iglesia que tenía muchos dones pero poca organización, estableció un principio fundamental en 1 Corintios 14:40:
“Pero hágase todo decentemente y con orden.”
Este versículo es totalmente relevante para todo creyente que sirve en un ministerio específico, porque nos brinda una guía práctica para administrar bien nuestro servicio al Señor.
1. Servir a Dios “decentemente”
La palabra griega original (euschémonós) se refiere a algo que se hace de manera apropiada, honesta y que “se ve bien” moralmente. En el contexto de nuestro servicio, significa que nuestra conducta debe ser digna del Dios al que representamos.
Para llevar a cabo nuestro servicio decentemente, necesitamos tener:
La actitud correcta: Servir decentemente significa hacerlo sin buscar protagonismo. No estamos en el ministerio para llamar la atención sobre nosotros mismos o para intentar resaltar sobre los demás, sino para servir a los santos que Dios ha llamado a su iglesia.
Respeto en el trato a los que servimos: La “decencia” se nota en cómo tratamos a los creyentes que el Señor ha puesto en nuestra vida para que les sirvamos. Si estamos en un ministerio de bienvenidas, por ejemplo, no se trata solo de saludarlos, sino de ser genuinamente amables y respetuosos con ellos, evitando hacer acepción de personas o ignorar a quienes vienen por primera vez.
Cuidar el ambiente en el que trabajamos: Un lugar desordenado o sucio comunica descuido. Parte de servir decentemente es asegurar que el entorno físico en el que servimos (sillas, limpieza, equipos, sonido, dinámicas, refrigerios, todo lo que hacemos) refleje que valoramos a las personas a quienes el Señor nos da el privilegio de servir.
2. Servir a Dios “con orden”
La palabra griega para orden (taxis) implica “colocación” o “arreglo”. Significa que cada cosa tiene su lugar y su tiempo asignado. El desorden distrae a los asistentes a nuestros cultos; el orden permite que el mensaje de la Palabra de Dios sea el punto central de la reunión.
Nos organizamos y ponemos muchos elementos en orden para que la gente escuche la Palabra de Dios predicada. El refrigerio, la dinámica, la bienvenida, las luces, las diapositivas, la música, todo debe girar en torno a la predicación de la Palabra de Dios.
Para llevar a cabo nuestro servicio con orden, necesitamos tener:
Puntualidad y preparación: Llegar tarde o improvisar innecesariamente genera ansiedad y errores en el culto. El orden comienza antes de la reunión: ensayando lo que debemos hacer, probando equipos y llegando a tiempo para orar y coordinar lo que haremos. Esto demuestra respeto por el tiempo de los demás y por el servicio a nuestro Dios.
Claridad en los roles que se nos asignan: El orden requiere que cada miembro del equipo sepa su rol y lo cumpla con responsabilidad. Saber quién hace qué y hacerlo con responsabilidad y enfoque nos evita dejar áreas desatendidas y cometer errores.
Si estás en la bienvenida, tu lugar es la puerta, no conversando con amigos en otro lado.
Si estás en el área técnica, tu atención debe estar en la pantalla o el sonido, no en el celular.
Coherencia en la estructura de la reunión: Una reunión ordenada tiene una secuencia lógica. Evitamos los “tiempos muertos” incómodos o las transiciones confusas que hacen que los asistentes pierdan la concentración y el enfoque en lo más importante: la predicación de la Palabra de Dios.
Aplicar 1 Corintios 14:40 a nuestro servicio en cualquier ministerio no se trata de ser rígidos ni de “apagar el mover del Espíritu Santo“. Se trata de hacer lo mejor que podamos para eliminar las distracciones innecesarias que impidan el impacto de la Palabra de Dios en las vidas de los creyentes a quienes el Señor nos ha llamado a servir.
Cuando servimos con decencia, mostramos el carácter de Cristo en nuestro trato. Cuando servimos con orden, mostramos respeto por el Señor y responsabilidad para con su obra. Sirvamos bien, porque la tarea que se nos ha confiado es importante.

