El perdón no es opcional: es tu oxígeno espiritual
Hace unos días, platicaba con un amigo sobre lo difícil que es perdonar. Me contó una experiencia que, sin duda, transformó su manera de ver el perdón.
El año pasado, alguien en su trabajo habló mal de él a sus espaldas. Eso le costó un ascenso que llevaba meses procurando obtener. Como es entendible, esa situación lo llenó de rencor, el cual inundó su mente y su corazón por muchos días.
Pero un día, mientras leía la Biblia, encontró estas palabras:
Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. (Colosenses 3:12-13 NBLA)
¿Te diste cuenta de lo que dice la última frase? Aquí va de nuevo:
Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes.
En Efesios 4:32, Pablo escribió una idea similar:
Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.
El perdón cristiano es una imitación del perdón divino. Perdonamos a otros de la misma manera en que Cristo nos ha perdonado. Y cuando hacemos eso, encontramos paz verdadera.
En medio de la angustia del rencor, la cual nos ahoga constantemente, el perdón viene a ser como oxígeno para nuestro espíritu.
El rencor te roba el aire
Cuando alguien nos lastima, es como si nos apretaran el corazón. Nos llenamos de deseos de justicia o venganza. Anhelamos que la persona se humille y nos pida una disculpa inmediatamente.
Pero mientras esperamos, el resentimiento crece. Y los efectos del resentimiento y el rencor pueden ser diversos: nos sube el estrés, nos roba el sueño, incluso puede afectarnos físicamente.
Así que el rencor es como ponerte una soga al cuello y apretarla, de manera que el oxígeno no llegue a tus pulmones. Y si sigues así por mucho tiempo, te vas a morir. El rencor te robará todo el oxígeno y quizá hasta la vida.
El perdón es tu oxígeno
Corrie ten Boom, quien perdonó a sus captores tras sobrevivir a un campo de concentración, lo dijo así:
“El perdón es soltar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú.”
Por algo la Biblia nos llama a perdonar. No solamente como una imitación del amor divino, sino como una manera de cuidar nuestro espíritu. Por ejemplo, justo antes de mandar a los cristianos a perdonar “como Cristo los perdonó a ustedes”, el apóstol Pablo escribió:
Sea quitada de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia. (Ef. 4:31)
Sin duda, la amargura, el enojo, la ira, los gritos, los insultos y la maldad nos carcomen por dentro y nos quitan la paz. Y estas cosas pueden enfermarnos.
Estudios modernos muestran que la ira crónica y el resentimiento tienen efectos terribles en nuestra vida:
Elevan la presión arterial y aumentan el riesgo de infartos y problemas cardíacos.
Alteran el sistema inmunológico, haciendo al cuerpo más vulnerable a enfermedades.
Dañan la salud mental, generando ansiedad, depresión e insomnio.
Prolongan niveles altos de cortisol (la hormona del estrés), que afecta memoria, digestión y hasta la piel.
Entonces, sí, la ira y el rencor no controlados pueden enfermarte. Mientras que la Biblia afirma que la ira y el rencor son veneno para el alma, y la ciencia confirma que son también tóxicos para el cuerpo.
Por supuesto, el perdón no borra lo que pasó, pero nos da espacio para respirar tranquilamente. De hecho, considero que perdonar nos cambia la vida en muchas maneras significativas:
Nos libera del pasado: El rencor nos mantiene atados al pasado, a un momento que ya no podemos cambiar. Es como llevar piedras en una malera, mientras que perdonar nos permite aligerar la carga y caminar más livianos.
Restaura relaciones rotas: Un “te perdono” puede sanar amistades, familias o incluso tu relación contigo mismo. Y muchas veces tendrás que otorgar el perdón aunque no te lo hayan pedido. Recuerda que estamos llamados a ser pacificadores (Mt. 5:9; Ro. 12:18).
Nos acerca a Dios: Perdonar es imitar a Jesús, quien en la cruz dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).
Por eso, si queremos disfrutar de estos beneficios que cambian la vida, considero que debemos esforzarnos en perdonar todos los días, no solo de manera ocasional.
Como dijo Martin Luther King Jr.:
“El perdón no es un acto ocasional; es una actitud constante.”
El perdón no es algo que hacemos una vez; debe ser como un hábito que nos mantenga siempre vivos. Si perdonar es como respirar, debe convertirse en una práctica permanente en nuestra vida.
Cuatro pasos para perdonar
Entiendo perfectamente que perdonar no es como pulsar un botón o tocar el ícono de enviar en nuestro smartphone. A veces, otorgar el perdón es como arrancar una espina que se clavó hondo en nuestra piel.
Pero no tienes que hacerlo todo de una vez.
Aquí tienes cuatro pasos que pueden ayudarte en el proceso de perdonar las ofensas de otros:
Recuerda el evangelio: El perdón cristiano es una imitación del perdón divino. Es una manera de reflejar el evangelio. Recuerda Efesios 4:32: “perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” Maravíllate ante el perdón completo e incondicional que has recibido en Cristo.
Escribe lo que te duele: Si te sientes abrumado por el rencor, saca un cuaderno o abre las notas de tu celular y anota qué pasó y cómo te hizo sentir. No te guardes nada. Escribe todo lo que necesites. Y mientras lo haces, ora de esta manera: “Señor, me siento de esta manera y necesito tu ayuda para perdonar por tu gloria y por mi bien.” A menudo, mientras escribes te darás cuenta de que, aunque fue un daño genuino, quizá no es para tanto, es decir, quizá no valga la pena estar amargado por determinadas situaciones.
Mira con los ojos de Dios: Pregúntate constantemente: ¿Qué ve Dios en la persona que me hirió? Te darás cuenta que él te ve a ti, porque tú también le has fallado en incontables ocasiones. Esto no excusa el daño que te causaron, pero te ayuda a ponerte en los zapatos del ofensor y reconocer la necesidad de perdón que muchas veces has tenido.
Da un paso pequeño hoy: Perdonar es un camino. No es un momento. Así que puedes hacer algo sencillo: Ora por la persona que te ofendió.
C.S. Lewis escribió:
Todo el mundo dice que el perdón es una idea maravillosa hasta que tienen algo que perdonar.
¡Claro! Escribir un post sobre el perdón es una idea maravillosa. Leer un post sobre el perdón es una idea magnífica. Todo parece una fantasía. En la realidad, perdonar puede ser más difícil de lo que imaginamos.
Por eso, haremos bien en encomendarnos a Dios para que, cuando el rencor nos ahogue, encontremos la paz del perdón.
Respira el oxígeno del perdón. No te ahogues en la angustia del rencor.


